...como nunca terminé nuestra odisea, creo que es hora de comentar cómo terminó, el que quizás sea el viaje más entretenido que he realizado, no tanto por andar paseando las bicis, como por compartirlo con una mujer maravillosa y completamente aperrada como es mi novia.
Día 8. Punta.
Pasear por punta rápidamente nos demostró que la ciudad era todo lo que prometía ser, un balneario de muy buen nivel, ordenado y limpio, la gente bastante más bella que el resto del país (claro que había muchas argentinas), lo cual permitía recrear la vista tanto de día como de noche (aún así varias niñitas tenían pinta de escort, pero ese es otro tema), además había buenos locales y lo mejor de todo es que tenían descuento por la Visa de la Paula, así que sólo había que disfrutar.
Así pasamos varios días en una rutina que incluía levantarse tarde, sólo Paula en forma heroica logró presentarse al desayuno un par de veces, comer algo por ahí (no digamos algo rico, ya que dejamos claro que la comida en Uruguay no es buena, salvo el Chivito) y básicamente recorrer la península y gozar de sus playas y tibias aguas, realmente un deleite el estar flotando a la deriva y pensando en que casi a la misma latitud nuestros compatriotas morían de frío gracias a la Corriente de Humboldt, nade mucho y tranquilamente, ya que la Playa Mansa era realmente una delicia.
Por las noches, la cosa era ir a comer o ir al Casino, a estas alturas nuestra ludopatía no tenía límites, más encima avalada por el hecho de que en general ganábamos algo todas las noches, el Casino de Punta no me gustó mucho, ya que comparado al Conrad no había donde perderse, más lujo, más diversión y más encima nos recibieron con un despliegue de fuegos artificiales sobre el mar... qué mejor? no me gané el auto, es cierto, pero tampoco hubiese podido ingresarlo al país no?
El último día decidimos cruzar a Isla Gorriti, la que fue un enclave español con baterías y todo, aunque en muy mal estado, finalmente arreglamos todo, sacamos las bicis (que prácticamente no usamos ya que pasamos gran parte del día en el agua) y dimos una vuelta por la ciudad, más que nada para justificar el transporte de éstas.
Aún así no dejaba de impresionarme la civilidad de la gente y el respeto por la propiedad ajena, de hecho en el Mall tuvimos que dejar las bicis con todo el equipo en el estacionamiento, amarradas con la cadena típica no más, al volver todo estaba en su lugar y nadie había metido mano a nada, se que suena tercermundista que pucha que es rico disfrutar de ese tipo de cosas.
Finalmente decidimos viajar de noche para ganar un día y fue un craso error, ya que dormí pésimo arriba de bus, y hacer el transbordo como a las 05:00 de la mañana no es ninguna gracia, para peor, una guagua no dejó de llorar, así que llegué a Baires completamente molesto.
Día 13. Baires.
Al salir del terminal de buquebus tocamos un taxista super simpático, no se hizo ningún problema para el traslado de las bicicletas, así que le pedimos el teléfono para coordinar el viaje de vuelta a Ezeiza.
Llegamos al Ritz, un Hostal muy bonito con pasado de Hotel, no podíamos quedarnos todavía ya que nuestra habitación no había realizado el check-out, así que salimos, un domingo por la mañana a buscar donde comer algo... terminamos en un café de corrientes con un pasado tanguero, fue un placer volver a la gastronomía porteña, un desayuno contundente y todos los diarios del país para pasar el rato, aunque debo reconocer que como a eso de las 10:00 estuve tentado a dejarme caer y dormir en cualquier parte, luego de un rato aprovechamos de comprar las entradas para Drácula, el musical.
En la tarde y tras dormir un rato, asistimos a nuestro segundo musical, a esas alturas el viaje nos había pasado la cuenta y ya no podíamos comer las mismas cantidades que al principio (las cuales siendo honesto aún no he logrado bajar), lo que evidentemente se transformó en una tragedia para el mercado de las Muzzas...
Así tras vagar un rato fuimos a ver Drácula, con una divertida puesta en escena, efectos especiales y unas actuaciones realmente impresionantes, sin duda que deberíamos tener ese tipo de espectáculos acá, al menos no es tan caro ni tan lejos como para volver a verlos...
Día 14.
Día de comprar los regalitos, para ellos recorrimos todo el centro, encontramos un montón de cosas entretenidas, en general el nivel de precios de los locales, digamos, oficiales, de souvenirs es caro, pero buscando (y no mucho) uno encuentra varias ferias "artesanales" que venden los mismos productos mucho más baratos, lo mismo el cuero, pasamos a algunos locales bajo la oferta de mire y pruébese sin compromiso, y debo decir que las chaquetas de moto eran una maravilla, además de un calce perfecto (pese a la enorme guata que para ese entonces ya no se podía disimular... bueno todavía no se puede)... no compre nada más que souvenirs para la familia, luego una comidita rápida y rica en un café (sin duda una de las mejores cosas de Baires son sus cafés), dormir un rato, y luego en la tarde-noche pasar, como no, al Casino Flotante de Buenos Aires, (previo paseo en el Subte, sólo un par de estaciones para vivir la experiencia de uno de los metros más antiguos del América Latina... o el más antiguo?) para variar el saldo fue completamente a nuestro favor, salimos muy tarde, comimos y bebimos gratis, además de pasar unos ratos muy divertidos (ludopatía +100).
Día 15.
Último en la ciudad, preparar el equipaje, comprar un par de cosas que faltaban para luego emprender el camino a casa, atrás quedaban unos días maravillosos, varios kilómetros en nuestras bicicletas y muchas experiencias completamente gratificantes, para al atardecer cruzar los Andes, pasar sobre mi casa en Lampa y finalmente llegar a dormir una semana completa!!! nunca más nos levantamos y aún hoy no he podido bajar esos kilos ganados!!!
Así como en síntesis...
Buenos Aires: Divertido para carretear, se come rico y barato, harta pobreza que molesta un poco, por lo mismo harta basura en las calles, pero se pasa por alto por la calidad de sus locales y lo amable de la gente.
Montevideo: Sinceramente no me gustó mucho, no sólo es caro, sino que sentí muchas veces que no valía lo que uno estaba pagando, no sólo la cómida (que era mala) sino que también los alojamientos.
Punta del Este: Volvería sin lugar a dudas, es caro, pero entretenido y es posible pasar todo el rato en el mar tibio sin tener que viajar más lejos o preocuparse de la fauna peligrosa, salvo un par de aguas vivas.
Viajar en Bicicleta es más fácil de lo que uno imagina, eso sí, las tratan pésimo así que hay que estar preparado y no llorar por un rayón o dos... pese a todo es relativamente fácil moverse en bici, es decir, si uno suele andar como en Santiago, esquivando micros y personas no tiene grandes problemas para moverse, aún por las urbes más complicadas como Buenos Aires (teniendo precaución de mirar hacia 5 lados en vez de 2 jajaja), las bicis se portaron a la altura de lo exigido y en general no tuvimos ningún problema mecánico de importancia... eso sí extrañé enormemente mi moto, sobretodo en los trayectos largos en los que quería más velocidad.
Tengo muchas ganas de volver a ver algún espectáculo o recital como excusa para cruzar en moto, sin duda que Argentina es un magnifico país para recorrerlo de esta forma, especialmente esa ruta que une las provincias del norte con la Patagonia, sólo necesito una moto más grande y tiempo, así que sin duda queda agendado como un Must.
Un gran viaje y una insuperable compañía.
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