Recuerdo lo grato que era pasear por las calles de Santiago los días en que había un partido, casí nadie en las calles, las botillerías abiertas y los super y minimarkets también, breves momentos de paz que permitían apreciar mejor la ciudad.
Acá no es muy distinto, sólo que la tranquilidad regular se vuelve un poco excesiva, sólo interrumpida por uno que otro grito o lamento... aunque en general el silencio siempre es mal augurio y significa que el equipo favorito va perdiendo.
En todo caso, ni ahí con los partidos, no es lo mío y nunca lo ha sido.
Recuerdo una vez, en esos bizarros carretes juveniles, en que me encontré tomando con algunos "garreros" de importancia (y aunque traté de recordar sus nicks, me fué imposible), cuando Vespucio y sus rotondas aún eran lugares inhóspitos... la cosa es que en un momento llegó la pregunta de rigor (aunque más que pregunta fué casí un desafío):
¿Te gusta el Colo o la Chile? .. y bueno, uno entiende que para ellos la cosa va más allá de una preferencia, no me gustaba la U en todo caso y no sé bien que hubiese pasado si esa fuera mi preferencia...
No me gusta el fútbol, le dije... y él se sorprendió un poco, bebió un trago de vino y murmuró: ah... es agnóstico.
Y aunque me extrañó, luego comprendí que en realidad para ellos (y supongo que para los bullangueros también) la cosa era más que un juego... y bueno, una vez que conversamos un poco más (y con harto vino de por medio), me enteré de sus problemas familiares, sus carencias afectivas, y un sinnumero de cosas que encontraban en la barra, y como el fútbol pasaba de ser más que un deporte para ellos, ya que se transformaba en una comunidad que les permitía ser ellos mismos...
No creo en el fútbol, no lo practico y no lo disfruto, y cada vez que llega la pregunta de ¿Qué equipo te gusta? no puedo más que recordar a aquel colocolino ebrio (que tenía una hermana muy linda y de ella si me acuerdo... Paloma) y varias veces he estado tentado de responder... No me gusta, soy agnóstico.