Delincuentes en Moto

Esta historia la saqué del foro de Adach, lamentablemente es cierta y corresponde a la experiencia de un motociclista de Rancagua.

LA AUTOPISTA Y LA DETENCION: DELICUENTES EN MOTO

Partí el sábado cuatro de agosto como a las nueve de la mañana en la moto a Santiago. Más o menos a la diez un carabinero me paró para controlarme a la entrada de la Costanera Norte desde la Autopista Central. Paré, le entregué mis documentos y los de la moto, los revisó cuidadosamente, lo mismo que a la moto. Al cabo de un rato me informó que quedaría detenido. Otro carabinero me leyó los “Derechos del Detenido” con evidente y orgullosa solemnidad. No lo podía creer, detenido. Junto a mí detenían también a un joven que manejaba una camioneta. Se nos dijo que no nos preocupáramos, que llegando a la comisaría llamarían a la Fiscal quien nos dejaría en libertad inmediatamente y citados para algún día próximo a la Fiscalía Norte.

CARABINEROS

Nos fuimos detenidos como a las once de la mañana a la Novena Comisaría en Avenida La Paz con Dávila. Frente a ésta quedó la moto. Tensa espera en la Sala de Guardia por la llamada de Carabineros a la Fiscal, muchos cigarrillos, llamadas por celular para avisar a las familias que nos retrasaríamos algo en llegar. Debe haber sido a las doce que el carabinero nos informó que la Fiscal no nos autorizó la libertad inmediata por lo que debíamos quedar detenidos para luego llevarnos a la audiencia en la Fiscalía Norte a las quine cero cero horas. Hasta allí no era tan grave: nuevas llamadas para avisar que el atraso sería mayor, que tal vez sería conveniente que nos fueran a buscar. Pero, primera sorpresa: nos indican que no podemos permanecer en la Sala de Guardia, que no es legal, que debemos entregar todas nuestras “especies” e ingresar al calabozo que es un recinto enrejado de más o menos un metro sesenta de ancho por dos metros cincuenta de largo y un metro noventa de altura dentro de una salita del doble de tamaño y altura.

Como a la una entró a esta salita, nosotros dentro del calabozo, un carabinero con un hombre de unos treinta años detenido. Le indican que se siente. Casi de inmediato entró otro carabinero y le dijo: No te preocupís Negro si el robo fué como de ocho lucas no más así que te vay a ir al tiro. De mala gana y en actitud desafiante el tipo se sentó. Y fue así, unos veinte minutos después el mismo carabinero entró nuevamente y le dijo que se podía ir. Se fue. No pasó por el calabozo. Hubo robo. Ningún cargo, no hay delito.

A las dos y media más o menos nos sacaron del calabozo y nos entregaron nuestras especies para irnos a la Fiscalía en la parte de atrás de un estrecho furgón cerrado desde donde casi no se veía hacia afuera.

La Fiscalía Norte queda en el nuevo edificio de la Justicia en Pedro Montt con la Autopista Central. Debíamos entonces dirigirnos hacia el sur. Partimos hacia el norte. ¿ A donde íbamos? No teníamos idea. Cada vez nos alejábamos más por calles, entremedio de ferias, algo se veía de los blocks de edificios. Finalmente entramos a otra Comisaría, averiguamos que era la de Renca. Nos autorizaron para ir al baño y nuevamente esperar. Serían ya como las ansiadas quince cero cero. Subimos a un gran furgón de Carabineros donde nuevamente partiríamos a la Fiscalía. Debimos esperar que subieran al resto de los detenidos que había en ésta. Llegaron siete, cinco jóvenes de unos veintidós años y dos menores. Ahora eran otros carabineros quienes nos conducirían por lo que hubo que hacer todos los registros de rigor en grandes libros con cuidada letra, con líneas con lápices de pasta de colores al borde de reglas colegiales. Tal vez una media hora. El carabinero, al ver que no estábamos esposados, con algo de misericordia dijo: No, a ustedes a no, pero a esos cabros chicos culiaos no les tengo ninguna confianza y los esposó a los asientos del furgón. Nos autorizó a fumar el último cigarrillo antes de partir ya que allá les van a quitar todo.

Partimos. En el trayecto los recién llegados, a excepción de dos que parecían asustados igual que mi joven compañero de detención, hacían gala de los motivos y circunstancias de su arresto y su resistencia a éste: en general robo con intimidación, porte ilegal de armas, algo de drogas y mucho copete. Se jactaban de lo heroicos y atrevidos que habían sido. En el intertanto, los dos menores habían soltado las esposas de los asientos.

GENDARMERIA: EL INGRESO AL MODERNO SISTEMA DE JUSTICIA

Todos en fila, apegados a la pared con las manos atrás dije mierda, caminamos por interminables pasillos subterráneos escoltados por nuestros carabineros y los próximos custodios, los gendarmes, hasta el recinto de recepción de los detenidos de Gendarmería. Un nuevo calabozo de unos tres metros por cuatro donde ya había más de diez detenidos de muy mal aspecto: algunos borrachos intentando escupir o vomitar, sin embargo no podían hacerlo porque, si lo botai te lo comíh, decían los gendarmes. Otros literalmente cagados. Se podrán imaginar, éramos unos veinte. Todos delincuentes. Nueva espera y la indicación de que cuando los llamen por el primer nombre y el primer apellido deben contestar con el segundo apellido, si no, pasan pa’l final. Había que estar atentos. Juan Gajardo, se escuchó, aquí, fue la respuesta, no Ascuí, se escuchó nuevamente la voz afligida.

Finalmente escuché: Juan Suter. Carr, grité fuerte. Salí, pegado a la pared, con las manos atrás mierda, a la espera para el traspaso “del detenido” de Carabineros a Gendarmería y el consiguiente “retiro de las especies” y llenado de formularios pero esta vez, como no si es la moderna Justicia, en forma computacional. Nombre. Juan Suter respondí. ¿Con dos te? No con una. ¿Con hache? No tal cual, s, u, t, e, r. ¿Aaah? Suter. Sí. ¿y el segundo apellido? Carr. ¿Con K? No con C. ¿Aaaah? Así no más. No, con dos R. Aaaah. ¿Y tiene especies? Sí. ¿Dinero? Si, ¿Cuánto? Ciento ocho mil pesos. ¿Taaaanto? Sí, Y tarjetas de crédito. Se la entregué. ¿Tres? Sí. ¿Y el carné de identidad? ¿También? pregunté sorprendido y entregándolo. Si, ese queda aquí. ¡Bueno el reloj aah! Mmm. ¿Arquitecto?, ¡güena peguita aaah! Ya, pase al frente no más con las manos atrás para que lo revisen.

De pié, con las manos atrás mierda, frente a un muro con dos puertas. Abrieron una y me hicieron pasar. Ya había pasado mi compañero. ¡Ya, empelótate! Tuve que desvestirme completamente, entregar al gendarme prenda por prenda, que eran muchas ya que iba en moto, para su lenta y minuciosa revisión. Se me había quedado en alguno de los muchos bolsillos un pin y unas monedas. A vestirse y de vuelta a entregar estas “especies”. Ya estábamos en manos de Gendarmería y con las manos esposadas. Serían las cuatro o cuatro y media.

GENDARMERIA: LA CUSTODIA

Nuevos pasillos subterráneos, pegados al muro, esta vez con las manos adelante mierda, porque estábamos esposados. Llegamos a un recinto con un pasillo principal y varios pasillos perpendiculares y angostos donde se alineaban unas seis u ocho celdas de dos metros por tres aproximadamente. Frente a la tercera nos hicieron parar para ingresar pero había una pelea adentro. Sacaron a un tipo con la cabeza ensangrentada, chorreando sangre, adentro había unos diez, dos de ellos con rasguños y también ensangrentados. ¿Peleando los huevones? dijo un gendarme. No, si me azote la cabeza contra el muro no más, contestó el de afuera y se lo llevaron. Nos metieron al calabozo. ¿Por qué a éste si está repleto?, si éramos unos quince o veinte delincuentes adentro, la mayoría de verdad y muy jóvenes, evidentemente acostumbrados, donde había espacio para que se sentaran solo cuatro o cinco personas apretadas, habiendo tal vez seis calabozos desocupados más adelante. Misterio. No, no era misterio, era para denigrar, era por mala costumbre, por ignorancia, por demostrar esa pequeña cuota de poder que les da el uniforme y su función y que hace la felicidad de algunos funcionarios públicos y así debilitar nuestra posición.

Allí quedamos hacinados por una dos horas. Hacía mucho frío. Problemas para que el gendarme frente a la celda nos autorizara ir al baño, solo a orinar por que no se alcanzaba a tomar agua. Era lo uno o lo otro. Le voy a preguntar a mi suboficial decía y desaparecía. En una de esas, mientras desaparecía, tres tipos en el calabozo intentaron robarle las zapatillas a otro. Algunos forcejeos y garabatos pero todo quedó en nada.

De repente se escuchó, desde otro calabozo la voz, hasta tierna, de un muchacho: Hermaniiiiiiitooos, hermaniiiiiiitooos, no zche preokupen nah, zii allá arríah hay azzzhiiiii de abogados ehperándoloh pa sakarloh en libertá. No zche preokupen hermaniiitoh, en un rato máh estamoh libre. Aaaaaaaaaah.

Entendimos hermanitos. Los recintos de la Fiscalía estaban en un piso superior y allí nos entrevistaría el Defensor Público asignado.

EL TRASLADO AL JUZGADO DE GARANTIA

Comenzaron a llamarnos de a uno, respondíamos como ya era costumbre, con el segundo apellido. Juntaban de a cuatro y caminamos hasta los ascensores. La capacidad era para dos personas. Estaba bien: solo el detenido y su custodio pensé que imaginó el arquitecto que diseño tan prístino e impecable proceso y recorrido desde la limpia detención del delincuente hasta su llegada a los garantes de sus derechos. Nos hicieron subir a dos, pero luego a otros dos. No cabíamos. Suban los brazos puh huevones que tengo que entrar yo también dijo nuestro guardia. Subimos cinco. Dos veces y media la capacidad y el peso de diseño. Peligroso. ¿Y si se atascaba? ¿Y si se caía? Hasta ahí no más llegaba el impecable y moderno proceso de detención y cautela de los “Derechos del Detenido”, orgullo de lúcidos y preocupados profesionales, próceres y políticos.

Llegamos arríah, al octavo piso. Nuevos pasillos, pegados a la pared y con las manos adelante mierda. Pero había algo distinto. Todo más limpio, los muros de hormigón armado a la vista sin retoques ni desaplomes evidentes. La temperatura era agradable. Nos acercábamos a otro mundo, al público, al de la Tele. Un nuevo calabozo con una banca de hormigón para tres detenidos. Entramos once. Al fondo del pasillo, tras una reja, se veía otro pasillo perpendicular revestido con las ya características planchas de madera terciada que hemos visto por televisión en los nuevos juzgados. Era evidente y, porque no decirlo, esperanzador: era tal vez el final. Los “Derechos del Detenido” habían sido muy bien cautelados y nos esperaba la ansiada y solemne audiencia, finalmente La Justicia. Solo que no fue tan rápido. Recién al cabo que una o dos horas – no teníamos reloj hacía ya mucho rato - se instaló allí, en esa intersección de los pasillos, nuestro joven abogado - ángel que nos esperaba para, esperábamos, dejarloh en libertá hermaniiiito.

Llamaron a cinco detenidos. Entre ellos mi compañero y yo. Nos trasladaron al calabozo vecino y nos ofrecieron “aflojarnos un poco las esposas para que estuviéramos más cómodos”. Conversamos: éramos tres profesionales, mi compañero conductor sin antecedentes y un joven estudiante de educación física. La idea era que nos relajáramos se nos dijo.

LA ENTREVISTA CON EL DEFENSOR PUBLICO, EL PASO POR EL JUZGADO DE GARANTIA Y LA FORMALIZACION

Luego de entregar, uno a uno, nuestros antecedentes socio-económicos, familiares y de estudios al Defensor Público y de éste consignarlos en una ficha ad-hoc, fuimos siendo llamados, uno a uno, ya sin gritos ni respuesta con el segundo apellido, a pasar a la sala del Juzgado de Garantía. Antes que nosotros los menores y mujeres. Atrás quedaron los otros.

Caminé por el pasillo recubierto con madera terciada a la sala que quedaba al fondo. Al entrar estaba ya tan cansado y nervioso que casi no veía nada: sin embargo sí era el inmaculado Juzgado de Garantía. Divisé entre el público a mi mujer, Mónica, que me hizo señas. Le correspondí. Adiviné mi lugar y me senté a la derecha del Defensor Público.

Debo decir que fue una audiencia sumaria, casi una breve mano de póker entre Fiscal y Defensor, y el dictamen del Juez. Salí muy rápido de allí. Fui formalizado pero dejado en libertad con control de detención cada treinta días en la Fiscalía de Rancagua. El Juez dispuso treinta días para investigar. Eran las ocho de la tarde.



EL DELITO

Sencillo: Andar en moto, con la placa patente trasera y Tag (o televía) instalados, pero sin la placa patente delantera instalada, sino en la maleta de la moto, en el porta documentos plástico, junto a los documentos y manuales.

Según el parte policial más o menos así: conducir vehículo con ocultamiento de placa patente dentro de una bolsa de nylon, en una vizcachera.

Arriesgo desde 61 a 541 días de cárcel y en su defecto, reclusión nocturna.

UNA SEMANA DESPUES

Sí. Ahora me doy cuenta. Andar en moto sin la placa patente delantera es un delito muy grave, tan grave como matar a alguien a palos. 541 días de pena remitida es la condena que recibió un joven por matar a otro en la calle, en el marco de una riña, con un bate de béisbol.

Pero también he pensado lo siguiente: Yo andaba con Tag y placa patente trasera. El delito es no portar u ocultar las placas, es decir dos placas. Yo tenía una. ¿Es que no hay delito? ¿O es medio delito y entonces una media condena? Complejo. Me preocupa de verdad.

Me han dicho que fui víctima de las estadísticas. Que los Fiscales son como los ejecutivos de un banco: deben cumplir metas, una cantidad promedio de detenciones mensuales. Si superan este promedio obtienen un bono. Si es así, es de una ética perfecta y asombrosa.

Me contaron que la audiencia fue de una solemnidad a toda prueba, como corresponde cuanto está en juego la integridad de las personas: se inició con más de dos horas de atraso, al Defensor Público le faltó entrevistar a dos detenidos antes de la audiencia, la Fiscal no alcanzó a revisar ningún expediente antes de acusar, fue autorizada por el Juez de Garantía para que entrara a la sala comiendo un Hot Dog, salió al baño a fumar un cigarrillo. Impecable.

Les pido distribuir esta historia kafkiana al mayor número de gente posible para que se sepa y se discuta la forma y el criterio con que actúa la Justicia y Carabineros. Para que, aunque me condenen, se establezca al menos un precedente y se avance en actuar de forma diferenciada entre quienes efectivamente delinquen y quienes llevamos una vida dentro de los márgenes que a través de la Sociedad y el Estado nos hemos autoimpuesto. Para que haya respecto. Se haga las cosas bien. Para Que se denuncie la arbitrariedad. No se trata de clases sociales ni de política. Se trata de eficiencia y seriedad, de formas y conductas de vida.

No me será fácil, aunque no se me condene, recobrar algo de confianza en nuestro Estado y sus Instituciones y volver a pasear tranquilo en moto junto a mis hijos, familiares y amigos, y a tantos conocidos con los que nos encontramos en los caminos y que nos une esta tan entretenida pasión común.




JUAN SUTER CARR
ARQUITECTO

1 comentarios:

  1. Felipe Iglesias S. dijo...

    Alguna vez leeré este post, te lo aseguro!

    Saludos, el Cerdo!  

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