Intimidad

Quizá una de las mejores cosas de conducir una motocicleta, es esa sensación constante de intimidad y de vínculo con el entorno (por favor que nadie pretenda asemejarlo siquiera a conducir con la ventana abierta, ya que hablo de un vínculo real), claro que entre el bullicio propio de la ciudad y la tontera de las autopistas uno tiende a perderla un poco, pero hoy, cuando volvía de la casa de mis padres por mi nueva ruta favorita (Camino a Noviciado), me reencontré con esa sensación.

Es difícil de explicar cuando viajas y sientes que eres un todo con lo que te rodea, cuando no hay molestias, no hay frío, no hay apuros, no hay nadie más en el camino, y la velocidad se vuelve un concepto ajeno... no hay referencias, sólo tu y un cielo enorme sobre tí, cubierto como un techo y reflejando las luces de la lejana ciudad, me viene a la memoria esa frase de Jamiroquai de Traveling without moving, ya que uno se mueve, pero sin abandonar la posición de estar sentado y es como si el resto fuese lo que semueve y no uno.

En un momento paré a admirar el paisaje, estaba sólo en medio de la nada, y todo alrededor me abrazaba, con un viento cálido (preludio de días de lluvia), me invitaba a quedarme y disfrutar... en un momento que pareció haberse prolongado por mucho tiempo.

Bastó una canción para reanudar el viaje y volver al hogar.
Pero hay momentos en que el concepto de hogar es amplio, y recordamos que viajar no es necesariamente ir de A a B.

Necesito viajar lejos, tengo un hambre de salir y no parar, sin prisas, sólo recorrer la inmensidad y disfrutar de la intimidad que me ofrece mi vehículo, viajar... sin moverme.

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